“Desde hace ya algunos años presenciamos
el exterminio del pueblo migrante como política migratoria de todos los
Estados de la región del mundo en la que vivimos. Decir migrante hoy,
es inmediatamente imaginarse las masacres, las tragedias, los miles de
seres humanos montados en los lomos infernales de “la Bestia”, las fosas
y los cientos de cuerpos torturados, mutilados y asesinados por el
crimen organizado y con permiso del Estado mexicano…”
Hermanas, hermanos
El abrazo de este pueblo de Chiapas, de
esta Iglesia de Chiapas, de ustedes sociedad civil de Chiapas a lo largo
de su historia ha llegado muy lejos. Hoy, este abrazo se hace extensivo
a esa región tan castigada como olvidada que es la frontera tabasqueña
en el pueblo de Tenosique donde ha sobrevivido ese pequeño y menor
proyecto llamado La 72, Hogar – Refugio para Personas Migrantes.
El reconocimiento Jtatik Samuel JCanan Lum,
es para nosotras, nosotros, los que vivimos y servimos en ese lugar, un
abrazo, un impulso de todas y todos ustedes. Del mismo Jtatik Samuel,
que nos legó como herencia espiritual “… el privilegio de haber podido descubrir en los humildes y sencillos: los pobres y los indígenas, la grandeza de los designios de Dios manifestados en aquellos de quienes es el Reino…” (Testamento de Don Samuel Ruíz).
Pero también es el compromiso que nos
dan, pues quedamos tatuados con la marca del profeta para seguir
plantando y edificando como lo hizo él, en su lucha incansable por la
paz y la promoción y defensa de los derechos humanos, en nuestro caso
concreto, de las personas migrantes.
Muy bien podemos afirmar que lo que
estamos viviendo las y los defensores de derechos humanos, las Casas del
migrante, es una verdadera Hora de Gracia, como aquella que
describió Do Samuel en ese profético documento que entregó al Papa Juan
Pablo II, donde recogió todo el clamor y toda la esperanza de su pueblo.
Desde hace ya algunos años presenciamos
el exterminio del pueblo migrante como política migratoria de todos los
Estados de la región del mundo en la que vivimos. Decir migrante hoy, es
inmediatamente imaginarse las masacres, las tragedias, los miles de
seres humanos montados en los lomos infernales de “la Bestia”, las fosas
y los cientos de cuerpos torturados, mutilados y asesinados por el
crimen organizado y con permiso del Estado mexicano. En resumen es
mencionar a la “maldita cruz” que les ha tocado cargar y que, por
supuesto, no es la Cruz de Jesús.
Pero también hablar de las personas
migrantes es hablar de sus benditos sueños, ya no solo del “sueño
americano”. En las Casas del migrante, ya no solo damos de comer y
ofrecemos unos días de descanso. Junto a los cientos de mujeres,
hombres, niñas, niños, abuelas, abuelos que recibimos, todas y todos
ellos catapultados por un sistema económico y criminal que les ha
reventado la vida y el futuro, vamos diseñando un nuevo mundo.
Cada persona migrante que recibimos en La 72, nos
lanza la imperiosa interpelación y espera de nosotros, de nosotras, la
inaplazable respuesta evangélica de lanzar la historia junto con ellas y
ellos, en otra dirección. De manera que su sangre derramada, la memoria
de tanta muerte en las rutas migratorias nos provoca y nos convoca a
caminar junto a ellas y ellos y exigir ya no solamente las migajas de
una visa transmigrante o las mínimas bondades de una reforma migratoria,
sino la transformación radical de la política migratoria de exterminio
de los países de destino.
Esto es la emergencia del pueblo migrante a quien han despojado de todo, incluso hasta de sus valores y sueños. Nuestra 72, nuestras
casas, las rutas migratorias son un cotidiano Babel donde al llegar el
migrante nos comparte su confusión y frustración, pero también nuestras
Casas son un cotidiano Pentecostés donde el fuego del Espíritu impulsa
una sociedad alternativa. El pueblo migrante es un pueblo insurrecto que
no se conformará más con ser la mano de obra barata del imperio
económico o la basura tóxica de este sistema.
En esta hora de gracia, Dios está pasando en su Pueblo y con su Pueblo. Y nosotros, desde La 72, ahora con este abrazo que nos dan ustedes lo acompañaremos más fortalecidos.
Tomás González Castillo
San Cristóbal de las Casas, Chipas
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